El autor. Nacido en Arenales, Ciudad Real, 1951. Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Málaga. Entre sus numerosos trabajos sobre la literatura autobiográfica destacan: La escritura invisible; Testimonios sobre el diario íntimo, Valle-Inclán, la fiebre del estilo y el pacto ambiguo; De la novela autobiográfica a la autoficción y La espada y la palabra, obra, esta última, galardonada con el XXVII Premio Comillas.

La Obra.


Siempre me interesó Valle-Inclán, “El manco de la batalla de la Nueva Montaña”, del que incluso hice la caricatura que se adjunta y un pequeño comentario para mi especial, por inhabitual, libro Trazos sin rumbo (Huerga y Fierro, Madrid).

Debe ser esta la primera reseña que hago de una biografía. Y lo merece. También digo que por excelente que sea, por muchas fuentes que se utilicen, jamás se puede llegar a la íntima esencia de una persona. Mucho menos si esta es tan compleja como es el caso, me atrevería a decir que imposible. Para mí Valle-Inclán fue alguien muy inteligente, un genio literario indiscutible, habitante bastante desmesurado de un mundo propio lleno de contradicciones, que supo sacar partido hasta de su esperpéntica imagen: larga capa, barbas de chivo, melenas, quevedos atados con una larga cinta negra, manco y extremadamente delgado (tanto, que no podía salir los días de viento). Sí, Valle-Inclán se merecía el intento de una biografía a la altura de su leyenda, y, hasta el presente, ningún intento mejor que la obra que comentamos, tras el que resulta evidente un gran esfuerzo por conseguirlo.

La vida de Valle-Inclán tiene mucho de novela y eso sólo con lo que se sabe, ya que siempre fue muy celoso de guardar lo que le interesaba. Azaña, que a menudo lo refiere en sus diarios, escribió que “Valle-Inclán con nadie se confiesa, nunca declara su secreto sentir”. Alguien, no quiero mentir pero creo que fue Ramón Otero Pedrayo, dijo: “Lo mejor que tiene Valle-Inclán es lo que tiene de gallego, a pesar suyo: pero es un hombre falso, malo, perverso”. Así que no siempre recibió flores. En todo caso fue un escritor genial, actor de teatro, viajero excepcional para la época (México, Argentina, Chile, Cuba, Paris, Nueva York, Roma…),  en muchas ocasiones cuidadoso editor de sus propios libros, casado con una actriz que le dio tres hijos y de la que se acabó divorciando (tuvo otra hija nacida de una relación anterior y de la que no existe ninguna otra noticia) y  gran amigo del torero Juan Belmonte. No fue un bohemio al uso, en contra de las apariencias fue un hombre pulcro, abstemio y cuidadososiempre en sus cuentas. Propenso a problemas de salud, renales y estomacales, que con frecuencia, a pesar de ser un hombre sufrido, interfirieron con alguno de sus proyectos. Buena parte de su vida productiva transcurrió en Madrid y también pasó largas temporadas en Galicia. Nos dejó el retablo más genial de la cochambre ibérica en los muñecos de guiñol de sus esperpentos. Dejó de existir en el centro de la tierra que le vio nacer, en Santiago de Compostela, a los pies de una guerra fratricida. Los que deseen documentarse especialmente sobre las circunstancias que rodearon este momento les aconsejo que no se pierdan el más que interesante libro La muerte de Valle-Inclán. El último esperpento, editado por Ézaro, del que son autores Carlos G.Reigosa, Javier del Valle-Inclán y José Monleón.