Federico Jeanmaire. Amores enanos. Anagrama, Barcelona, 2016.

   
 

El autor. Nacido en Baradero (Argentina, 1957). Licenciado en Letras. Ha sido profesor en la Universidad de Buenos Aires.Obras: Un profundo vacío en el pie izquierdo (1984), Desatando casi los nudos (1986), Miguel (1990), Prólogo anotado (1993), Montevideo (1997), Mitre (1998), Los zumitas (1999), Una virgen peronista (2001), Papá (2003), Países Bajos (2004), Una lectura del Quijote (2004), El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, edición para niños, adaptación junto con Ángeles Durini (2004), Cómo se empieza a escribir una narración, VV.AA (2006), La patria (2006), Vida interior (2008), Más liviano que el aire (2009), Los zumitas/El silencio del río, con Juan Martín Guastavino (2010), Fernández Mata a Fernández (2011), Las madres no les decimos esas cosas a las hijas (2012), Tacos altos (2016), Amores enanos (2016). Obtuvo en su país los premios Rojas, Emecé y el Clarín.



La Obra.



   Esta obra fue finalista del XXXIV Premio Herralde de Novela, pero eso no fue lo que me condujo a su lectura. Si dentro de mi especialidad como médico, la endocrinología pediátrica, la parcela del crecimiento ocupa un lugar bien destacado, ¿cómo iba a no leer yo este libro? Por supuesto lo hice, al igual que con otros, interesado por la aparición en mayor o menor medida de personajes también enanos. Curioso mundo el de las personas de extraordinaria pequeñez, que a todos, así de repente, lo primero que nos recuerda es a los duendes de los cuentos de la infancia. Lo raro siempre ha dado juego. Quizá por eso han sido tan protagonistas. Hay enanos en El Quijote acompañados de hermosas dueñas, enanos volando en un dragón y enanos portadores de plantas curativas. Aparecen enanos en:  La vaca de Augusto Monterroso,  Merlín y familia de Álvaro Cunqueiro,  La montaña mágica de Thomas Mann,  Vendrán más años malos de Ferlosio, Cuentos perversos de Tomeo, Cuentos reunidos de Lispector, Los enanos de Harold Pinter, El último minuto de Neuman, Los saltimbanquis de Javier Campos, El libro de las ilusiones de Auster, Evoluciones de Moreno Villa, El tambor de hojalata de Gunter Grass, La larga espera del ángel de Melania G. Mazzucco, Te trataré como a una reina de Rosa Montero,  El quinto en discordia de Robertson Davies, Amantes y enemigos (el cuento Paulo Pumilio) también de Rosa Montero, La mala muerte de Fernando Royuela, El enano del premio Nobel Pär Lagerkvist y en tantos y tantos otros relatos. El presente libro, Amores enanos, digamos que se trata de una fábula sobre las dificultades que tenemos los seres humanos para convivir con los demás seres humanos. Y, sobre todo, para lograr ser felices junto a ellos. Pero también es una novela acerca del amor y el sexo y la soledad y la incomunicación.

               

   El resumen de la obra es el siguiente: los dos protagonistas, Milagro y Perico, trabajan de enanos en un circo que un buen día cierra sus puertas por falta de espectadores. Entonces deciden comprar un terreno, quedarse a vivir cerca del mar y, en un inesperado golpe de fortuna, se convierten en los strippers más famosos de la pequeña ciudad vecina. De buenas a primeras, son ricos. Y aprovechan ese dinero que les cae del cielo para construir un barrio cerrado en el que sólo se permiten enanos. Sin embargo, no todo serán alegrías. La irrupción de una altísima y bella periodista, Eliana, trastocará para siempre la vida de la comunidad.

               

     Si tuviera que destacar un párrafo de este libro, y vuelvo a la inevitable deformación profesional, me quedaría con el siguiente: “Afirmo, sin pelos en la lengua, que los enanos somos la única minoría amaestrada que le queda a este mundo. Los demás han peleado por sus derechos y han logrado cambios sustanciales. Ya no se le dice puto a un puto. Ni siquiera marica o torta porque puede ser ofensivo. Se le dice homosexual o se le dice gay o se le dice lesbiana. Tampoco se dice el travesti, sino la travesti. No hay más mongólicos, ahora son discapacitados mentales. Ni rengos, ni cojos, ni mancos, sólo discapacitados físicos. Ni hablar del tema de los negros, ahora son afros y si cualquier persona osara llamarlos negros, debería afrontar un tremendo juicio por daños y perjuicios. Sin embargo nosotros, los enanos, a la hora de llamarnos a nosotros mismos, no hablo ya de los demás, aceptamos sin inconvenientes denominarnos enanos. Y aunque casi nadie lo tenga en cuenta, también los enanos, al igual que algunas de aquellas otras minorías a las que me referí antes, hemos pasado por Auschwitz”.

     Como en tantas otras ocasiones, esta obra, aparte de lo de haber sido finalista de un premio, vino acompañada de sospechosos calificativos, como por ejemplo, “una obra imperdible a la que no le falta ni le sobra nada”. Y bueno, admitamos lo de no sobrarle, 184 páginas, pero por lo que respecta a lo de que no nos la hubiéramos podido perder... No hubiera pasado nada.

     Contada en capítulos muy cortos que hacen que resulte de muy fácil lectura. Un libro ameno, no divertidísimo como algunos lo catalogan, con intriga que se mantiene hasta las últimas líneas. Ah, no exento de algo más, sutil si se quiere, pero que deja en evidencia nuestra irremediable incapacidad para la convivencia. Con todas sus virtudes, que las tiene, y defectos, que los tiene, a la hora de tener que tomar una resolución final, quede aquí constancia de mi sincera recomendación: la de su lectura, que no les llevará más de dos o tres horas.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

 





 

 

   
 

“Cosa terrible es nadar contracorriente en aguas sucias” ( Stanislaw Jerzy Lec)

   
 
 
 
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